En septiembre tuve el placer de participar en el Women Cycling Camp, organizado por Transibérica. Y os preguntaréis: ¿qué es esto?
Transibérica es la organización responsable de algunas de las carreras de ultradistancia más importantes de Europa, entre ellas la Transibérica, que cruza toda la península ibérica recorriendo más de 3.000 km de forma autosuficiente.
Con ese dato, entenderéis por qué me imponía tanto respeto participar en cualquier evento organizado por ellos.

Carlos y Dona, los organizadores, lo habían pensado todo.
El Women Cycling Camp (WCC) es un formato diseñado para introducir a más mujeres al ultraciclismo, ofreciendo una experiencia exigente pero accesible para cualquier ciclista con ganas de superarse.
250km y +4.000m de desnivel positivo en dos etapas, con alojamiento a mitad de camino. La única condición: ser autosuficiente. Cada una debía cargar con todo lo necesario para los dos días. El ritmo y las paradas… decisión de cada una.
Las participantes:
● 11 mujeres.
● Entre 26 y más de 60 años.
● Más de 5 nacionalidades.
● Algunas con experiencia en carreras de ultradistancia; otras que apenas llevaban un
año sobre la bici.
Sé lo que estáis pensando: “Uf, con tanta diferencia de nivel, ¡Paso!.”
Pues no. Aquí eso no importa. Cada una pedalea a su ritmo, se forman grupos de manera natural, sin presión, sin cronómetro.
No hay premio para la más rápida, ni meta con tiempo límite. El fin de semana fue mucho más que kilómetros: fue conexión, amistad, sonrisas y momentos compartidos.

Pero empecemos por el principio.
Viernes: el ritual del bikepacker
Llego a Vitoria-Gasteiz con el tiempo justo para recoger el welcome pack y cenar algo rápido. Y llega el momento más temido de tod@ bikepacker: decidir qué llevar y cómo.
Dispongo de tres bolsas Ortlieb 100% impermeables y una (de otra marca 😅) que siempre deja pasar el agua.
● Bolsa de cuadro Frame Pack RC Top Tube 3
● Bolsa de sillín SeatPack 16,5 L
● Bolsa de manillar: Ortlieb Handlebar QR
El objetivo: llevar solo lo esencial, con el menor peso posible (os dejo el setup completo al final del post.)
Sábado: primeras pedaladas y primeras risas
7:30 AM.
Apenas amanece y frente al icónico letrero de arbustos que forma las palabras VITORIA-GASTEIZ, aparecemos 11 mujeres con nuestras bicis listas. Desde Holanda, Inglaterra, India, Estados Unidos, España… todas llegamos con muchas ganas de vivir algo distinto.

Los primeros kilómetros transcurren entre nervios, emoción y risas. Enseguida se forman los grupos y yo acabo pedaleando junto a otras 4 chicas que nos denominamos las M5 —todos nuestros nombres empiezan por “M”—. Descubrimos que compartimos más que una inicial: ritmo, humor y espíritu aventurero.
Entre nosotras está Montse, veterana del mundo Transibérica, con más de una carrera de ultradistancia y ocho WCC a sus espaldas. No tardó en intentar convencerme para probar la experiencia algún día. No dije que sí… ni que no. El tiempo dirá, aunque para probar cosas nuevas soy muy fácil de convencer, ahí lo dejo.
La primera parada obligatoria: panadería Echebarria, en Murgia. Famosas por sus palmeras de chocolate. No podíamos pasar de largo.

Con energía recargada, seguimos por una mezcla de carretera y senderos. Un desvío nos lleva a un mirador (todo pensado por la organización), y luego… una subida de 7 km con piedra suelta que duplicaba su dureza. Pero el esfuerzo valió la pena: bordeamos un cañón impresionante, nos cruzamos con caballos y ovejas, y conseguimos agua gracias a una señora encantadora que nos dejó su manguera para llenar bidones.
No todo fue fácil: una caída, un problema con el cambio y un pinchazo, pero siempre juntas. El grupo se mantenía unido, apoyándonos unas a otras.
El plan era llegar a Berantevilla y comernos todos los pinchos de tortilla del pueblo. Pero sorpresa: el único bar abierto no servía pinchos en sábado. 😅 En ese momento agradecí haber cargado barritas Powerbar, que me salvaron hasta Haro, donde nos esperaban bares repletos y aplausos.

Una a una, las 11 fuimos llegando a la plaza. Cada llegada era recibida con aplausos, abrazos y sonrisas de oreja a oreja.
Y así, entre pizzas y risas en el hotel, cerramos el primer día con la sensación de haber vivido algo grande.
Domingo: frío, viñedos y muchas sonrisas
El segundo día arrancó con frío. La ruta seguía el curso del río Ebro, rodeada de viñedos que poco a poco fuimos dejando atrás para encarar la gran subida del día: el Castillo de Villamonte.
Esto, combinado con la salida paulatina del sol, hizo que nos empezaran a sobrar capas. De allí, sendas, carreteras y caminos hasta Urturi donde TODAS nos paramos a cargar energía.
Después de la parada toca cruzar el parque natural de Izki. Allí seguimos comiendo, en este caso, mucha proteína. Una nube de moscas muy chiquitas deciden formar una burbuja “protectora” alrededor de tu cabeza, buscando refugio en cada hueco de tu cara, aportando una dosis extra de proteína. Aquí ser local tenía una ventaja. Kerstin fue la más lista y llevaba una mosquitera en la cabeza!
La ruta seguía por el parque que nos tenía preparadas muchas sorpresas: el río había crecido con las recientes lluvias y tocó cruzarlo. No estaba muy claro si se iba a poder cruzar montadas encima de la bici. Las primeras conejillos de indias nos quitamos los zapatos para descubrir que el suelo era firme y poco profundo y el resto ya cruzó montadas encima de la bici. Por lo menos el agua estaba limpia y fresquita que resultó agradable.
Este segundo día de campus termina con 20km de una antigua vía de tren reconvertida en vía verde que nos lleva de vuelta a la ciudad de Vitoria, para terminar con mucho orgullo y mucha felicidad, entre sonrisas, abrazos, selfies, brindis y como no: pinchos.
El compañerismo fue el hilo conductor del fin de semana. Aplaudimos cada llegada, celebramos cada esfuerzo y compartimos historias, comida (¡siempre comida!) y momentos que nos recordaron por qué amamos este deporte.
Quiero destacar a Miren, que con 65 años completó la ruta con una sonrisa constante. Ella nos recordó que el ciclismo no tiene edad, que este tipo de eventos existen para unirnos, sin importar de dónde venimos ni qué nivel tenemos. Lo importante es pedalear, compartir y demostrarnos que somos capaces de mucho más de lo que imaginamos.

Mi equipamiento:
Aunque las previsiones del tiempo eran buenas, estamos a finales de septiembre y el frío (sobretodo a 1a hora de la mañana) se hace notar. A pesar de ello, para ahorrarme una bolsa decidí jugármela y sacrificar el abrigo. No fue una decisión fácil pues la idea de pasar frío me aterra.
Así que dejé la bolsa de sillín y lo repartí así:

Lo que no estaba dispuesta a dejar atrás eran mi gasolina: mis barritas Powerbar.
● 6 barritas Energize
● 3 Power Gels
● 2 tubos de magnesio.
Pensé que me había pasado, al final no sobró tanto. Food is food.
Este es la lista completa del material que llevaba:

La bici:
● Garmin 1030 plus
● Scott Speedster Gravel 930 Aluminio
● Ravemen luz delantera FR160
● Ravemen luz delantera PR2000
● 2 bidones de agua de 750 ml
● Airtag
Algo que me sobró:
1 par de guantes
Lo que eché de menos:
● Más líquido en las ruedas
● Mechas & Samurai (suerte que Montse llevaba)
● Mosquitera (Headnet)
Marta Ballús





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